Siempre veía la cara
de mi mama tapada por la pasta de algún libro cuando entraba en su habitación
sin previo aviso, era impresionante como su cabeza se perdía completamente en
esas hojas que a mi parecer, se veían infinitas. Muy pronto la pasta cambiaba y
así sucesivamente de manera continua, siempre quise saber qué es lo que todos
esos libros contenían que hacían en mi familia su presencia indispensable.
A mis doce años fui a parar a un colegio que evidentemente
no exigía lo suficiente del estudiante lo que, hizo que tuviera más tiempo
libre del que hubiese querido, mis días se volvían monótonos y aburridos y,
como toda niña solo me dedicaba a estudiar lo poco que había, conversar con mis
amigas y ver televisión en casa. Un domingo familiar mi mama nos llevó a la librería
como para ella y mi hermano mayor era de costumbre hacer a veces entre semana y
fue ahí cuando me encontré atraída por los libros, al estar ahí entre tantos
libros y como a mi hermano, vi a muchas personas en la misma situación y con la
misma curiosidad en la mirada.
Mi mama siempre ha sido una mujer poco pendiente
particularmente de nosotros porque como madre soltera el tiempo no le daba y
las ocupaciones hogareñas la dejaban exhausta al final del día, e inclusive a
veces terminaba amaneciéndose por proyectos del trabajo. Pero ese día mi mama
con tanta ternura se me acerco con un libro en sus manos color verde y me dijo
que lo evaluara, o que podría yo elegir el que sea, enseguida emprendí mi búsqueda
por alguno que me atrajese porque eso de buscar cualquier libro sin previa recomendación
no es tan fácil, sin embargo esa tarde compre uno de los mejores libros que he leído
en mi corto tiempo de leyente y lo que ha hecho que mi amor hacia ella no cese
por más aburrido que parezca un libro “Como agua para chocolate”, es aquí donde
quiero compartirles este libro que no solo habla de amor sino que te hará introducirte
en un mundo nuevo que es el de la literatura.
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